¿Batalla Perdida?

10 octubre 2008

Joseph Stiglitz pronuncia el fin del neoliberalismo y a uno no le queda más que aceptar que la izquierda internacional se ha cobrado la revancha sobre lo expuesto por Fukuyuma en 1992. Empero, cuando un liberal -de la talla de nuestro querido escritor Mario Vargas Llosa- pone al descubierto sus dudas sobre el sistema, entonces pareciera que la batalla está perdida. Y es que, tal vez, sí sería oportuno matar al neoliberalismo, el sistema que para Stiglitz ha sido una doctrina política que sirve a determinados intereses y que para Vargas Llosa acepta que los pobres contribuyentes salven a las empresas codiciosas que han acabado en la ruina. Como liberal -o libertario- me aúno a ambos. Hubiese preferido, claro, que en lugar de llamar neoliberalismo a dicha práctica, la hubiesen llamado por su nombre de cuna, léase mercantilismo. Hasta donde recuerdo, esa es la propuesta económica que promueve el apoyo léase, contubernio- del Estado al empresario. La cultura de libertad y su corolario económico el liberalismo apelan a una interacción entre agentes económicos libre de la interferencia de terceros, en especial la del Estado. Por ello, para un liberal clásico -o libertario- no cabe duda de que los gobiernos no deberían haber entrado a los rescates financieros que con tanta pompa 0promueven los mercantilistas y keynesianos; como tampoco queda duda que el origen de la crisis empieza con las reducciones en las exigencias para las hipotecas -por parte del gobierno populista de Hill Clinton- y se exaspera con la política hiperinflacionista de la actual administración de George W. Bush -claramente mercantilista-. Si el neoliberalismo era eso (facilitarle el negocio a unos cuantos bancos, hiperinflar la economía en la búsqueda de un crecimiento etéreo, para luego destruir a la clase trabajadora con impuestos a fin de otorgar un salvataje financiero), pues que muera. Así de simple y sencillo. Para los que creemos en la libertad y sus corolarios, queda el liberalismo; tanto como para quienes creen en el Estado y su bagaje operativo, queda el socialismo. Ahora, el mercantilismo guste o no probablemente seguirá vivo y coleando. Como liberal, me asquea la idea de un empresario ganándole a los consumidores gracias una posición preferente brindada por el Estado, tanto como aburre el gimoteo de la redistribución y el Estado benefactor, que termina creando una masa de corruptos y sanguijuelas. Así maten al neoliberalismo, seguirá existiendo el tercero que defina la mesa para uno u otro lado. Y de eso, ¿quién nos salva?



Juan José Garrido Koechlin - Correo Perú 10/10/2008